1 de agosto de 2016

El Heredero de Joseon. Capítulo 2



A continuación les dejo el segundo capítulo y los enlaces de descarga.


Capítulo 2
El llanto del guerrero

Hacía mucho frío esa noche, la luna se ocultaba tras grandes nubarrones que presagiaban tormenta; no se veían las estrellas y el camino estaba oscuro. Sin embargo, el guerrero avanzaba a toda prisa, abriéndose paso entre la espesa vegetación que rodeaba lo que quedaba de un estrecho camino de piedra en el medio del bosque. Aún le faltaba por recorrer al menos dos kilómetros para llegar a su destino.

Llevaba una pesada antorcha que iluminaba parcialmente el lugar, seguía caminando sin detenerse. Exhausto, se apresuró para llegar lo antes posible, lo había prometido y no podía faltar.

Al cabo de 25 minutos, llegó a un claro en el bosque en el que el terreno era más liso y amplio. En seguida vio lo que buscaba: una elevación de tierra, cubierta con una insipiente capa de hierba. Cayó de rodillas ante la tumba, y empezó a llorar desconsolado. Habían pasado algunos años desde la última vez que había estado allí. Al reponerse un poco de su profundo dolor, empezó a hablar con apenas un hilo de voz:
—¿Pensaste que me olvidaría de ti y que rompería la promesa que te hice? Cuando supe que te enterraron aquí juré que vengaría tu muerte y lo haré, ha llegado la hora. El caos pronto reinará en Joseon, será fácil envolver a unos cuantos incautos y llevar a cabo mis planes. Nadie se imagina la furia contenida que hay en mí. A Yoon Hee, le espera una dura prueba, ella será la más afectada, me duele, pero no puedo evitar que también sufra. Mi lealtad a ti es más fuerte que cualquier ejército. Todo aquel que se interponga en mis planes pagará con su vida.

Mientras el guerrero se desahogada un joven soldado se acercó a él y le dijo:
—Señor, es hora de irnos, no podemos retrasarnos más. Recuerde que ha llegado carta de Hanyang, debe dar cumplimiento a las órdenes si quiere seguir engañando a esa cuerda de cobardes inútiles.

El Guerrero se secó las lágrimas tan rápido como pudo y volteó a ver al joven que había llegado de imprevisto, era un buen ayudante que siempre lo seguía a todas partes sin permiso. Cuando se levantó, un resplandor verde llegó hasta los ojos del recién llegado: el brillo de la daga que el guerrero llevaba colgada al cuello.

Entre tanto en Hanyang, los primeros rayos del sol anunciaban el comienzo de un nuevo día, los comerciantes preparaban las mercancías que serían vendidas: diferentes tipos de pescados y aves, abulones de la Isla Jeju, pasteles de arroz, aves exóticas, exquisitas telas y pergaminos, diferentes tipos de plumas, de todo se vendía en el Mercado Principal y el príncipe Min Ho paseaba alegremente por las calles, disfrutando del ajetreo de la ciudad y buscando una tienda donde comprar algunos presentes.

Las mujeres se detenían y suspiraban al verlo pasar, era tan apuesto, que hasta los hombres debían reconocer su delicada belleza y no les quedaba más remedio que maravillarse. Min Ho se detuvo un momento para observar algunos pergaminos antiguos. De repente, una joven que corría a toda velocidad tropezó con él por accidente y ambos fueron a parar al suelo. Los guardias que acompañaban al príncipe le ayudaron a levantarse y este a su vez, le extendió su mano a la joven para ayudarla a incorporarse. Al hacerlo sus ojos se encontraron, y por un momento el tiempo se detuvo; Min Ho jamás había visto unos ojos tan expresivos y dulces. La chica jamás había visto al príncipe en persona, y estar en presencia del noble más importante del reino la impresionó.

Min Ho recuperó el aliento, y examinó a la chica de arriba a abajo de forma descarada y le dijo sonriendo:
—Jamás había visto una joven tan desaliñada. ¿Qué le hace creer que puede andar por allí corriendo como loca? ¿Acaso no ve que por su culpa se ha ensuciado mi traje? Deberá pagar por esta ropa que acaba de ser estropeada. Como no tiene dinero, vendrá conmigo al palacio y la lavará a mano delante de las Damas de la Corte.
—Pero... —exclamó la joven indignada—. Yo si tengo dinero para... —no pudo terminar la frase porque el príncipe la tomó de la mano y la obligó a subir a un caballo, ordenándoles a los Guardias que los escoltaran hasta el Palacio.

Entre tanto, en una habitación secreta del antiguo palacio, dos ancianos discutían sus planes. Ellos eran los jefes de la conspiración que pretendía derrocar a In Sung. Los que estaban promoviendo el descontento en la población. Uno de los ancianos un decrépito Eunuco Real, colocó un pergamino sobre la mesa y exclamó:

—¡Lo hemos encontrado, mi señor! Es tiempo de poner las cosas en orden y de convertir a Joseon en el Imperio más poderoso de todos. Sus seguidores están esperando sus órdenes. Pronto desvelaremos el secreto mejor guardado del reino: ¡El verdadero heredero al trono!

Leer el capítulo 1

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